Cada ocho de Septiembre
por los caminos de Utrera
el corazón se me pierde.
Por sus benditos caminos
cada ocho de Septiembre
el barco de mis nostalgias
entra en los mares, valiente,
y enfila con fé su proa
hasta Utrera, para verte.
Que no hay utrerano bueno
por muy lejos que se encuentre
que no ponga en Ti sus ojos
cada ocho de Septiembre.
Incluso los que proclaman
por el mundo que no creen,
si son de Utrera, Señora,
si como utreranos sienten,
notarán en sus adentros
un pellizco duro, fuerte,
que les llenará de dudas
cada ocho de Septiembre.
Salvando cientos de leguas
donde quiera que me encuentre,
yo llegaré hasta mi pueblo
cada ocho de Septiembre.
Y si no pudiera estar
en cuerpo y alma presente,
echaría el alma al río
a que el río se la lleve.
Y con los ojos del alma
vería cómo amanece
con sones de avemarías
y entre dianas alegres
el día grande de Utrera.
De una Utrera que se mete
fervorosa en tu camino
besado de sombras verdes.
El camino que nos lleva
a esa ermita que parece
que quiere clavar su torre
en tu cielo azul-celeste.
Y ya, dentro de la ermita,
confundido entre tu gente,
te pediría mi alma,
Señora, que me consueles
con tu sonrisa de Madre
cada ocho de Septiembre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario