En ella, se refleja perfectamente los sentimientos que la mayoría de nosotros sentíamos hacia esa persona que ahora se encuentra más cerca de Dios.
Sin duda alguna, el alma de una Parroquia es el Sacristán. Él se encarga de las flores, la limpieza, de que todo esté listo para la Eucaristía, de que todo esté en orden.
Los hay de muchos tipos: hombres, mujeres, jóvenes, mayores, cultos, expertos, y algunos sobrenaturales. Este es el caso de nuestra querida Mª Carmen, el alma de Santa María, la mujer que con ese arte personal cautivaba hasta al andaluz más soso de la Tierra.
Ahora ya no está con nosotros físicamente, ya no pondrá más la pila en el centro del altar o abrirá las puertas de la Parroquia, pero seguro que en la Inmaculada Concepción de su Virgen de los Ángeles es uno de los angelitos que aparecen a sus pies, y cuando cada Domingo de Ramos suene la marcha “Macarena”, su corazón será una de las velas rizadas que alumbren a su Virgen, y en las caídas del Viernes Santo será cirineo que acompañe a su Jesús de la Vereda.
Siempre estará en nuestros corazones y en nuestras oraciones, y la recordaremos con su desparpajo y su sensibilidad arrolladora.
Mª Carmen, desde la Sacristía de los Cielos cuídanos y ve preparando las vinajeras y las patenas donde comulgaremos el día de nuestra Resurrección, siempre te querremos.
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