Mis tibios ojos empezaban a despertar de ese sueño de días atrás, por ese rescoldo de primavera, que abriría el album de estampas, por donde se dibujan las glorias, por ese Lunes de pascua , que aún gotea, por ese perfume de cera, que caminaba, junto a esos Nazarenos de Tramo, por esos adoquines de una ciudad, que volvería a recuperar el pulso de la normalidad.
Iban pasando los días al ritmo de ese calendario, que nos iba dejando los primeros calores por ese mes de las flores, en la tierra de María Santísima, donde se la reza y se la canta por ese Pentecostés melancólico, donde un Rocío de muchachita hermosa, encarna a una dama de porcelana llamada María, entre las arenas de esa pastora, que nos enamora.
Nuestra nostalgia, se iba vistiendo, por ese invierno de tempranas noches, por esos farolillos de luces, donde la ilusión visitaba a la infancia, por esos rincones de la ciudad de atardecidas prodigiosas, donde los niños eran dueños de unas fechas, que se envolvían, por esa noche de los caramelos de colores.
Entramos en un enero, que nos iba a regalar ese presagio de primavera, por las crecidas de las tardes, por los primeros ensayos de cuadrillas impacientes, por esos compases de corneta y de tambor entre la anochecida, por esas tertulias del centro compartiendo algo más que unas palabras, de ese vocabulario de rimas asonantes, por donde se escribían, las métricas de un tiempo al que llamábamos espera.
No parábamos de mirar el tiempo que quedaba, por esas memorias de rimas perfectas, no podíamos detener la impaciencia, por ese gris de las preguntas, en esos callejones de tela antigua, donde nos conocimos por primera vez, con aquel dulce beso de la juventud.
Ese minutero de agujas lentas, nos iba anunciando que llegaba febrero, por esas primeras claras de una mañana, que se vestía, por ese perfume de cera, donde rozaba por ese antiguo puesto de cartón y cinta métrica, donde los días empezaban a despuntar, por esas flores de temporada.
Hoy se empezarán a descolgar esas palmas de esos balcones, para celebrar, el comienzo de la Cuaresma, que como cada año viene distinta, con su almanaque de fiesta, con su vestido de seda, con su mirada de niña, con su sonrisa teñida de primavera, por esas cáscaras de naranja de la plaza del barrio hoy vestidas de capillitas.
Ahora toca disfrutar de lo auténtico , de un tiempo, que llevamos esperando todo un año en la memoria, y se volverá a escapar como ese azucarillo entre nuestras manos, por esa ciudad de atardeceres, donde se viste a la primavera, por esos aromas que perfuman la espera, de lo que hoy llamamos Vísperas.
En unos días las Cofradías y Hermandades estarán echadas a la calle, atrás habrán quedado los traslados, los quinarios, besamanos, las funciones principales, y la ciudad habrá vuelto a vestirse de Primavera, por un sueño al que llamamos Semana Santa, que comienza por esos calores de la tarde, cuando los niños a lomos de un borriquillo, son héroes durante unas horas, por esa plaza teñida de albero, donde horas más tarde veremos caminar sobre Sevilla al Amor de Dios.
Texto: Alberto Diago Santos
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