Los estudios anatómicos afirman que el Cristo de la Expiración de esta Hermandad adquiere la postura más realista de todos los crucificados en Sevilla, ya que verdaderamente, el estado de crucifixión y características consecuentes (dolor, asfixia, deshidratación...) propician el gesto retorcido que adquiere este Cristo.
''Entre las muchas leyendas que hay sobre la hechura del crucificado, resalta aquella que dice, que aquellos hermanos que acordaron con Marcos de Cabrera la realización del Cristo expirante, lo hicieron con la condición de que si la obra era del gusto de aquellos, los moldes con los que se había realizado la imagen debían de arrojarse al río Guadalquivir, para así impedir que tal magnífica obra no pudiera ser duplicada.
Se comenta que el autor pudo inspirarse en unos bocetos del gran Miguel Ángel, siguiendo la línea serpentinatta. La talla rompe bruscamente con los cánones escultóricos de la época, en que predominaban los góticos. La propiedad de ese divino simulacro es mucha. Los músculos violentamente contraídos, el semblante pálido, la vista quebrada y los labios entreabiertos, todo indica el momento en que el Salvador del mundo dio el último aliento con tanta expresión y naturalidad, que no se puede observar sin estremecerse, principalmente si se mira desde alto creyendo ver un hombre expirar''
La Virgen de las Aguas es obra del imaginero Cristóbal Ramos. El rostro de la dolorosa está realizado en terracota, es la única Virgen dolorosa sevillana de dicha materia que sale en procesión durante la Semana Santa.
La Virgen, en vez de corona, luce una diadema rematada con una cruz que le fue donada por la empresa de aguas ''Emasesa'', de la que es patrona.
Todos los años le tocan a la Virgen de las Aguas por el andén del Ayuntamiento de la Plaza Nueva, la emblemática y conocida marcha "Amargura", resultando una chicotá larga y trabajada.
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