Una de las más bellas tradiciones sevillanas la protagonizó durante siglos un Ecce Homo al que, a través de una ventana de la Iglesia de San Esteban, los viajeros le pedían salud y buen viaje al marchar de Sevilla por la desaparecida Puerta de Carmona. Desde hace unos años, por aquello del vandalismo y en previsión de cualquier percance, la Hermandad sustituyó el cristal transparente de la ventana por otro cuyas características impiden ver al Señor con la nitidez deseada. Su limitada visión quizá haya dado al traste con una estampa entrañable, de devotos contemplándolo tras la reja.
Aún así, cuando pasamos ante la Iglesia, fijamos la vista en la ventana buscando al Cristo cuya presencia conocemos, y aunque sabedores que desde la calle es difícil encontrarlo, le seguimos implorando las mismas súplicas que los siglos fijaron a la piedra medieval del templo. Los tiempos cambian. Por la Puerta de Carmona ya no se sale de Sevilla. Más bien se entra. El Señor sigue siendo el mismo Cristo milagroso y paciente que alimentó la devoción de nuestros viajeros antepasados.
En los últimos tiempos, a las dolencias del cuerpo, punto débil del ser humano, hay que añadir otras enfermedades inmateriales; males del alma. Epidemia que hurga en nuestra sociedad. Contagio de seres inhumanos de todas las edades y condiciones que hallan su caldo de cultivo en la violencia de género, en maltratos, en múltiples violaciones, en asesinatos como el de Marta... Ejemplos de crueldad y mala salud que sufrimos y que salpica nuestras conciencias.
Una sociedad enferma y muy necesitada de valores saludables como el respeto a la vida, la educación, el sentido de la justicia y por que no decirlo, el compromiso cristiano con el prójimo.
Que todos tengamos un feliz retorno de las vacaciones y que el Cristo de San Esteban nos conceda Salud para el cuerpo y el espíritu. Que la mala salud del alma no sea la causa del llanto de un Cristo afligido que llora detrás de una ventana.
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